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Foto del escritorLIc. María Valeria Couture De Troismonts

POR FAVOR. PERDÓN Y GRACIAS. PARA ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS, PARA RECORDAR NOSOTROS.


PARA ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS, PARA RECORDAR NOSOTROS. (Una nota del Diario que tengo guardada hace muchos años y parece de "hoy").

POR FAVOR. PERDÓN Y GRACIAS. Por Carlos Ulanovsky

...24.12.2005 | 00:00.La idea de esta columna surgió presenciando el último recital de León Gieco, que llevaba ese nombre (rescatado de una frase en uno de sus temas), el mismo del último disco del cantautor. El, transitando el escenario y especialmente desde sus canciones, abundantes en referencias a minorías y relegados, y por la forma en que se brinda artísticamente a su público, resulta una impecable representación de los tres valores. Pero también León se constituyó, al menos en mí, en el vehículo para que tomemos conciencia sobre lo poco que utilizamos esos estandartes de la convivencia. Por favor, perdón y gracias: una trinidad virtuosa con escasa resonancia social en la actualidad, términos potentes llevados a su mínima expresión en estos tiempos de insolvencia afectiva y de banal prepotencia que nos toca vivir. Aunque suene ingenuo, si los usáramos con la frecuencia necesaria, las claves de nuestra vida en común se elevarían en riqueza y en sentido.

El que omite el por favor en sus solicitudes, en realidad no pide, no quiere, sólo demanda y exige. Supone a sus derechos más decisivos, exuberantes y únicos; mide con inquietante inferioridad a quienes lo rodean y descarta la amabilidad como contraseña vital. El que nunca pide perdón no sabe lo que es la disculpa y mucho menos la culpa y, consecuentemente, la responsabilidad; no se permite la duda, jamás vuelve su mirada hacia atrás aceptando que cometió un error porque eso heriría su orgullo y el sello identificatorio de su seguridad a cualquier costo. El que no da las gracias piensa que el mundo está a sus pies y que los demás nunca superan la estatura de sus rodillas, que todo le pertenece absolutamente, por entero y para siempre, y que cualquier reconocimiento al prójimo lo colocaría en un inaceptable plano de igualdad y de debilidad.

El que canceló el perdón entre sus recursos de relación es un impiadoso que descree del sencillo entendimiento. Y, parecido, el que se ve impedido de dar las gracias: tiene limitado el sentido del reconocimiento, paso necesario e inevitable para expresarles consideración a los demás. Más allá de formalidades, el por favor es símbolo de agasajo y cortesía con los que nos rodean. Por favor, perdón y gracias: modos utilitarios y provechosos de recortar el poder, de medir si uno considera más de lo que excluye, si uno devuelve por lo menos tanto como recibe, de no llevarse al mundo por delante.

Parece que habláramos de cosas demasiado elementales. Lo son. Pero fueron revolcadas en el lodo de los cambios inútiles. En medio del descomunal compromiso de la evolución, que suele ser paralizante, tal vez la alternativa imprevista consista en volver a las cosas simples. Tener en cuenta a los demás como nos gusta –ni menos, aunque preferentemente más– que nos tengan en cuenta a nosotros. Practicar la indulgencia, que es además un formidable ejercicio de tolerancia. Recuperar el recurso de la gratitud como un modelo de devolución e intercambio permanentes. Evitar la gimnasia de la autorreferencia. Empecemos por algo que todos podemos hacer: pongamos atención en el lugar que tienen en nuestra vida y en nuestro lenguaje el por favor, el perdón y las gracias (o las muchas y muchísimas gracias).

N. del R.: A los lectores de la Revista, mis deseos de un muy feliz 2006.

* El autor es escritor y periodista .

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