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Las pantallas y nuestros hijos

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La Academia Americana de Pediatría ha publicado en la Revista Pediatrics las nuevas guías y políticas que recomiendan con respecto al uso de la media y los dispositivos con pantalla en los niños. Aconsejan que:

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  1. Los niños menores de dos años no tengan acceso a ningún tipo de pantalla.

  2. Los niños mayores de dos años estén 1 o 2 horas por día frente al televisor como máximo, incluido el resto de los dispositivos que tengan pantalla: computadoras, I Pads, Tablets, teléfonos con pantallas táctiles. La supervisión es recomendada. 

  3. Los niños no deben tener televisor en el cuarto. Menos aún, acceso a internet.

 


¿Qué dicen las Investigaciones?

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Las habilidades sociales, físicas e interpersonales se ven afectadas y empobrecidas con el uso excesivo de cualquier tipo de tecnología con pantalla. La importancia que tiene en el desarrollo humano el juego, la conversación, el dibujo, la conducta natural exploratoria, la interacción con otro sujeto, el contacto con la naturaleza es inestimable. Estos son algunos de los nutrientes que precisa la salud mental para desplegarse estupendamente. Veamos que dicen las investigaciones:

-El cerebro es muy sensible a los estímulos, como I Pads y pantallas de teléfonos inteligentes, y si la gente pasa demasiado tiempo con una tecnología, y menos tiempo interactuando con la gente como con los padres en la mesa de la cena, esto podría dificultar el desarrollo de ciertas habilidades de comunicación”.

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Lo explica bien el Dr. Gary Small, uno de los Neurocientíficos líderes de nuestros tiempos en su libro “IBrain: Surviving the Technological Alteration of the Modern Mind”, donde explora la notable evolución del cerebro humano causado por la constante presencia tecnológica de hoy. Sugiere que Internet-con su riqueza prácticamente ilimitada de noticias e información- está alterando radicalmente la forma en las mentes jóvenes se están desarrollando y funcionando. En esta era de Google, Facebook, YouTube y videojuegos y Tablets, pone un signo de advertencia de sus potenciales peligros como el ADD, el aislamiento social y la adicción a Internet.

 

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Un informe publicado hace unos meses por el Millennium Cohort Study, un grupo de estudio a largo plazo en el Reino Unido que ha estado siguiendo a 19.000 niños nacidos en 2000 y 2001, encontró que los que veían más de tres horas de televisión, vídeos, Tablets o DVDs al día tenían una mayor probabilidad de tener problemas de conducta, síntomas emocionales y problemas interpersonales en el momento en que cumplían 7 años a los que no lo hicieron.

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"Las conversaciones con los demás son la manera como los niños aprenden a tener conversaciones con ellos mismos, y también aprendiendo a estar solos", dijo Sherry Turkle, profesora de Ciencia, Tecnología y Sociedad en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, y autora del libro "AloneTogether” (Solos Juntos): ¿Por qué esperamos más de la tecnología y menos el uno del otro?", La autora explica que aprender sobre la soledad y la soledad es la base del desarrollo temprano, y como padres dándoles un dispositivo para entretenerlos y calmarlos estamos evitando que nuestros hijos tengan este tiempo solos con ellos mismos donde piensan, imaginan, conectan ideas, exploran el mundo con sus sentidos. Para que no llore, le doy la Tablet, para distraerlo le doy la Tablet, para que coma, le doy la Tablet, empieza a gritar y le doy la Tablet, lo veo aburrido y le doy la Tablet…

Acá entonces aparecemos los padres en escena. Desvinculándonos de ellos, conscientes de lo que estamos haciendo o sin darnos cuenta,  poniendo estos aparatos en el medio. Los niños cuando están frente a estas pantallas NO MOLESTAN. No hablan. No piden nada. No nos necesitan. Nos dejan hacer nuestras cosas y no nos interrumpen. La Babysitter tecnológica del Siglo 21.
Se calcula que el 40% de los niños menores de dos años y cerca del 75% de los niños de 2 a 8 años usan Tablets.

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Si tu hijo tiene algo así como 13 o 14 años y tiene conexión a internet en su dormitorio, “Lo más seguro es que esté viendo pornografía”, dice el Dr. Vic Strasburger, profesor de Pediatría de la Universidad de New México. Investigación tras investigación demuestra que los niños de esta edad en general son más propensos a mirar estas cuestiones que googlear sobre las pirámides de Gaza.

-Los estudios también arrojan resultados que dicen que los niños de 9 a 15 años están dedicando 6 horas promedio por día a estar frente a alguna pantalla, llegando a 8 o más los fines de semana. Los adolescentes por su lado, están llegando a 11 horas de consumo de medios de comunicación por día. Y están mandando nada más ni nada menos que 3364 mensajes de texto por mes.

-Se comprobó que el exceso de “tiempo de pantallas” está relacionado con la obesidad. 
Cuanto más horas, más chances de ser obeso. Los niños y adolescentes con problemas de peso demuestran ser uno de los grupos que más horas en el día dedica a esta actividad. No sólo porque la inactividad invita a comer sino que porque los niños que ven mucha televisión reciben también mucha propaganda de todo lo que es rico y no es bueno: golosinas coloridas, gaseosas de sabores nuevos, papas fritas con gustos diferentes.

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Estudios anteriores ya habían demostrado que cuanta más televisión o dispositivos tecnológicos utilicen los niños, más propensos son en desarrollar problemas de postura, a comer “comida chatarra” y tener malos hábitos alimenticios y a tener problemas para dormir.

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Una investigación publicada en el International Journal of  Behavioral Nutrition and Physical Activity, el año pasado, realizada en Quebec con 1314 niños fue contundente: “Cuanta más televisión o uso de otro tipo de pantallas, a una edad temprana, más desarrollan aumento en el diámetro de la cintura y la fuerza muscular de todo su cuerpo es más débil. Hay un riesgo potencial en la disminución de su rendimiento deportivo con demasiada pantalla", dice Fitzpatrick, una de las autoras del estudio. Y agrega: “Los resultados son preocupantes ya que los niños pequeños están en pleno desarrollo muscular y esquelético. Es claro el tema: lo que no movés, lo perdés”.


Creemos que estamos estimulando y educando cuando los vemos interactuando con estas pantallas y con los juegos que salen de ellas, pero el mejor escenario para el despliegue del potencial de crecimiento y desarrollo de un niño es en movimiento y con un otro, más que frente a una pantalla, solo y quieto.

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Otras tantas investigaciones demostraron que lo niños con TV o internet en el dormitorio no tienen supervisión de lo que ven, duermen menos horas que los niños que no tienen pantallas en sus cuartos y rinden menos académicamente. Y hay más ausentismo escolar. 
Por cada media hora de uso de medios móviles, el riesgo de un niño de retraso en el lenguaje aumentó en un 50%.


Aumentó considerablemente en los tiempos que corren la cantidad de materias que se llevan los adolescentes en comparación a otras generaciones. La tecnología es uno de los factores que está interconectada con este hecho.

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Cuando una madre en consulta me comentaba sobre el “desastre” que era el boletín de su hijo que cursaba tercer año del secundario le sugerí que hable con su hijo y averigüe  los horarios de las últimas conversaciones de Whatsapp. En estado de shock unos días después me comenta que se enteró que había noches que su hijo se quedaba hasta las 3 de mañana chateando.  Recién en ese momento comprendió porque era tan difícil arrancarlo a su hijo de la cama por las mañanas, el malhumor que tenía el día entero y el estado que seguramente estaba su cerebro con 4 o 5 horas de sueño menos de los que precisa para prestar atención y aprender.

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Yo recomiendo a los padres con hijos con bajas notas o problemas en el colegio que los celulares no vayan a los cuartos por  la noche. Los cambios académicos y del estado general de estos jóvenes antes y después de la nueva regla fueron sorprendentes.

 

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Fornite es adictivo

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En estos días, se presentó en el Tribunal Superior de Quebec, Canadá, una demandad contra Epic Games, los creadores de Fornite, acusándolos de diseñar un juego que genera adicción a los usuarios sin haber advertido los riesgos y peligros inherentes a su producto. Este informe reporta que las secuelas son reales para los jugadores, que varios no comen ni se duchan y ya no socializan y están en tratamiento psicológico.

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Algunos expertos dicen que es tan adictivo como la heroína. Títulos de noticias en los diarios del mundo lo confirman: una niña de 9 años acaba de entrar en un centro de rehabilitación en el Reino Unido por desarrollar adicción al juego y prefería hacerse pis en encima que dejar de jugar, personas han muerto por estar días consecutivos sin parar de jugar, en Estados Unidos ya existen Clínicas de Rehabilitación para niños y jóvenes adictos a videojuegos, el director del Hospital Al Massara en Omán reportó el caso de un paciente adolescente recibido en el área de Salud Mental que se pasaba 21 horas jugando y dormía solo cuando colapsaba jugando. Cabe aclarar que para desarrollar este nivel de juego compulsivo existen otras variables presentes en la familia y en la persona que predisponen a esta conducta disfuncional pero es visible que el exceso de contacto con este juego es perjudicial para las personas.

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Fornite se conviritó en uno de los mayores juegos gratuitos en la consola, con 250 millones de usuarios alrededor del mundo, generando ganancias a los dueños de 3 billones de dólares solo en el 2018, parecería que a costa de la salud de nuestros hijos.

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Es verdad, este juego en particular y los videojuegos en general, generan adicción. ¿Realmente queremos desarrollarle un cerebro adicto en nuestro hijo de 7 años?

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Como lo explica un reporte titulado “¿Cómo la adicción secuestra al cerebro?” de la Harvard Medical School,  no solo se cae en la adicción con el alcohol o las drogas como se creía en el pasado. Hoy los científicos sostienen que el uso de pantallas y la tecnología, los videojuegos, la comida, así como jugar en un casino, el shopping, el sexo, entre otras posibilidades, pueden desencadenar adicciones. Este tipo de adicciones aparecen ahora descriptas en los Manuales de los Trastornos Mentales. Son las nuevas patologías del siglo 21.

 

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¿Por qué  causan adicción?

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El cerebro registra todos los placeres de la misma manera, liberando un neurotrasmisor llamado dopamina en el  núcleo accumbens, un grupo de células nerviosas tan ligado al placer, a la recompensa, a la risa y a las adicciones entre otras cuestiones que los neurocientíficos se refieren a la región como el centro de placer del cerebro. Cuanto más placer se experimenta con el uso de sustancias, alcohol, o realizando ciertas actividades que sobre estimulan y excitan al cerebro, más se segrega dopamina llegando a inundar este centro y liberar cantidades anormales. El hipocampo, una zona cercana deposita recuerdos de este rápido sentido de recompensa o satisfacción e impulsa al cerebro a buscar la manera de volver a repetir eso que le generó tanto bienestar. El cerebro está diseñado para repetir las experiencias placenteras por lo tanto la orden de volver a repetir la acción  no le cuesta nada realizarla.

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¿Que más sucede en el cerebro cuando se juega al Fornite o a cualquier juego de estas características? “Fluimos cognitivamente” según alguna teoría psicológica; entramos como en “trance”. Entramos en un estado de absoluta inmersión en lo que estamos haciendo, totalmente abstraídos y concentrados y hasta volviéndonos uno con la tarea.

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 El juego los encandila porque provoca altos y permanentes niveles de recompensa,  les otorga sensación de autonomía y de libertad para decidir y tomar decisiones, dándoles también una sensación profunda de competencia, de logro y habilidad amén de sentir que están siendo observados por sus compañeros de juego lo que activa aún más la percepción de bienestar psicológica.

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Fornite genera Stress

Cuando el juego es de combate como el Fornite o violentos, pone a nuestros hijos adentro de una guerra.  El cerebro no distingue entre fantasía y realidad y cuando se juegan juegos de este tipo el cerebro percibe que está verdaderamente dentro de una escena violenta o en medio de un combate. El sistema hiper sensible que tiene nuestro cerebro para detectar las emergencias y los peligros se activa aumentando en el cuerpo la liberación de adrenalina, cortisol y 30 hormonas más como respuesta a la situación de stress que el cerebro entiende que está viviendo.  Estas hormonas y este sistema de emergencia que tiene el cerebro para activarse frente a situaciones de real alarma o peligro no fue diseñando para ponerse en marcha permanentemente o por videojuegos de manera que puede ocasionar permanente desajustes en el sistema regulatorio y en el sistema de respuesta al stress de su cerebro.

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Es lo que los padres explican cuando comentan que están viendo a sus hijos zombies, agresivos, violentos,  irritados, nerviosos, con enojos descomunales, mal humorados,  descontrolados, no solo cuando juegan sino de igual manera cuando terminan de jugar siendo a veces las peores reacciones cuando se les da la orden de apagar el juego.

 

He atendido niños en ese estado ya desde primer grado escolar. Cuando le pregunto a los padres porque los dejan jugar a juegos que visiblemente muestran como los alteran y no producen nada bueno en el interior del niño, los padres responden: “porque todos los niños juegan”. “Pobrecito, sería el único en toda la clase que no estaría conectado”. Mientras que en la mayoría de los casos el juego no es el único responsable que genera la ansiedad que atraviesa el niño, es uno de los factores que evidentemente la provoca.

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Necesitamos padres audaces que puedan animarse a ir en contra de la corriente. No vamos a poder cambiar lo que no está bien y lo que le hace mal a nuestros hijos con actitudes de “y bueno, todos lo hacen” o “es lo que se usa”. “Que todos lo hagan no quiere decir que esté bien”, les dije tantas veces a mis hijas en sus años de adolescencia.  Después ya había encontrado una frase más sofisticada que estuvo un par de años colgando con un imán en la puerta de la heladera, en esos años que uno quiere volverlos alérgicos a las substancias que corren por la noche y los boliches: “Lo que está mal está mal aunque lo haga todo el mundo. Lo que está bien está bien aunque no lo haga nadie”.

No quedarnos impávidos mirando lo que sucede y detener lo que puede echar a perder la salud emocional de nuestros hijos  es una obligación moral que todos los padres tenemos.

 

Tenemos que hablar y decir la verdad de lo que pensamos y creemos. Esa verdad que tiene relación con la coherencia y el sentido común, aunque como dijo Albert Hubbard, decir la verdad es un acto revolucionario.

 

Les he propuesto a varios padres que me han consultado que organicen reuniones o cafecitos con los padres del aula para hablar y pensar entre todos como manejar los distintos temas que les preocupa.  Los resultados fueron maravillosos. Pudieron compartir sus inquietudes, contar sus experiencias con respecto al problema que tienen con sus hijos y las pantallas en este caso, compartir información sobre los perjuicios que ocasiona, consensuar entre todos una misma línea de acción.

 

Así como no es lo mismo para los huesos de los niños en pleno desarrollo desayunar con una taza de mate cocido o con gaseosa que con un vaso de leche o yogur, el alimento que necesita el cerebro también va a determinar cómo va a crecer y desarrollarse. No es lo mismo una hora de deporte que una hora de pantallas. Una hora de juego imaginativo y de contacto con otras personas que una hora de tecnología. Mate cocido o leche. No es lo mismo.

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Rápidamente diagnosticados como disléxicos, hiperactivos, deficitarios atencionales, oposicionistas o con trastornos de conducta, a veces son sólo niños que muchos de ellos se criaron con mucho aislamiento, demasiadas horas entre pantallas, con un promedio de 2 a 4 horas de sueño menos por día y en el peor de los casos combinado todo ello con poca presencia parental, poco límite, falta de rutina y reglas, poco juego, poco aire libre, poco deporte, poca afectividad y conexión emocional.

Los videojuegos y el uso de pantallas en la vida real

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Agustín.  

Tiene 13 años y le pega a su madre. Ella terminó en una guardia médica la semana pasada con moretones y dolores en todo el cuerpo. A los 4 días volvió a golpearla. En la segunda sesión que estaba manteniendo por este caso con la madre por video llamada, ella hablaba desde su dormitorio. En varios momentos de nuestra conversación se escuchaban los gritos altísimos de sus dos hijos de 13 y 7 años jugando al Fornite. Eran personas “sacadas”, frustradas, gritando con ira. La madre me comentó que desde que llegan del colegio a las 5 de la tarde hasta la noche están inmersos en el juego.

 

Dibujo de la familia. Esta es la otra parte grave de nuestra era. Si es que es así como viven muchas familias modernas hoy en día, están convirtiéndose en  incubadoras de patologías cognitivas, sociales y afectivas.


- “Ahora vamos a dibujar a tu familia”, le pedí a este bello niño de 8 años con ojos grandes y hermosos.
-“Ya terminé”, me responde luego de dibujar cubos y rayas y personas.
- “Ahora le vamos a poner un título y vamos a contar una historia sobre el dibujo”, le digo.
-Y él me cuenta: “El dibujo se llama "Mi Familia" y esta es mi mamá viendo televisión en su cuarto, este es mi hermano jugando a los jueguitos, este soy yo con juegos de XBox y esta es mi empleada doméstica en Facebook".


Cada uno por su lado. Cada uno conectado a una Pantalla. Cada uno encerrado en su propio dormitorio. Todos desconectados. Todos aislados. Invisibilidad. Desafectividad. Desconexión. Músculos inactivos, Cerebros pobremente estimulados, Almas solitarias. Emociones embotadas. La extinción de la mirada, el gesto, la palabra, la escucha, el juego, el contacto, la cercanía, el abrazo, la risa, la comunicación, el tiempo compartido. La Familia Contemporánea. La dolorosa realidad en algunas familias de "los tiempos modernos".

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Facundo.

El otro día me comentaba una pareja de padres que su hijo de 9 años “no le interesa otra cosa en el mundo que estar con su Tablet y sus juegos. Le compramos una bici último modelo, ni la tocó. Salimos y es un drama porque no hay manera de arrancarlo de eso y si nos vamos es otro drama porque nos tortura para volver porque quiere internarse con sus juegos. Hace futbol y es muy buen alumno pero no le interesa otro deporte, y casi no tiene amigos. En el verano alquilamos una casa con pileta y jardín y casi no estuvo afuera. Metido con su Tablet todo el día adentro”. Mi respuesta fue directa: “En unos años no les va a gustar el hijo que van a ver. Los efectos más nocivos de esto aunque empiezan a vislumbrarse ahora, aún no los ven en su máximo despliegue: su hijo tiene grandes chances en el futuro de tener pobreza en las habilidades afectivas e interpersonales las cuales va a necesitar para ser feliz, lo verán aislado del mundo de afuera y distante emocionalmente también de ustedes, hosco y huraño, insociable e introvertido, con un ostracismo que no van a poder penetrar con nada. Tendrá problemas con el control de los impulsos y el manejo de las emociones, con el lenguaje y la socialización”. La prescripción terapéutica fue empezar a deconstruir este hábito de forma inmediata.

 

El hijo de mi paciente. Era el tercer caso del día que escuchaba. Un padre quejándose del problema de su hijo y los jueguitos. El padre dice: “Mi hijo tiene 17 años y es un enfermo de la tecnología, de la Play, de los Notebook y lo peor es que la usa solamente para los juegos, ni siquiera la usa para comunicarse con amigos. Este fin de semana estuvo en mi casa que yo estoy separado y estuvo 15 horas con la máquina. O sea, ni corta para ir al baño. Es capaz de no comer. Estuvo desde el viernes sin bañarse hasta el domingo, y bueno, el domingo tuve una pelea grande porque le dije: “dame la máquina, andá a bañarte” y me contestó “Yo me baño cuando quiero”, y ya ahí se pudrió todo. Le pregunté porque no llamaba a un amigo, iba a correr, a tomar un helado, a ver chicas al parque, a tomar aire, ver el cielo. Pero él vive aislado. Y encima que es tímido, esto peor aún”.

 

Mi paseo frustrado. Hace un tiempo llevé a una niña de 8 años a andar en bici, no sólo tenía cara larga porque no quería dejar de jugar en el I Pad, sino que no sabía andar en bici, ni siquiera con rueditas. Las horas que nosotros nos pasábamos jugando en el jardín o andando en bici la generación actual la pasa sobre algún dispositivo. ¡Por eso es tan común ver chicos hoy día que con 7,8, 9, 10 años no saben andar en bicicleta!. La niña protestaba que la bici era dura, que era grande, que estaba “cansada”. Ella sólo quería volver a su I Pad. Intenté convencerla pero en vano. Volvió a la casa y cuando fui a buscar algo que me había olvidado a los 15 minutos después de dejarla, estaba con las narices sobre la Tablet. Feliz. El cansancio se le había ido de repente.

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Almuerzo I.

Me pasó hace unos años, invitada a un almuerzo. Llega una pareja joven con su niño de dos años y medio y la Tablet del niño. El niño ya tenía su propia Tablet. Había juguetes en la casa. Había personas y otros niños en la casa. Al niño lo pusieron sobre la cama matrimonial un buen rato a ver televisión mientras que “los grandes” comíamos. Y después la Tablet. Todo el día con la Tablet. Jueguitos, musiquita, cositas que se movían solas o al ser tocadas. Después acomodaron dos sillas, una con él sentadito, otra, en frente, con la Tablet. Y le pusieron una película de Disney. Dos horas más de Tablet. 
El comentario de todos los invitados fue el mismo: “¡Qué bien se porta!”, “es un santo”, “ni se lo escuchó”, “es una delicia” “chicos así son un placer”. Así es. Los niños conectados-que-no-molestan”. La mamá luego me contó que su hijo casi no hablaba. Sólo decía “mamá” y “así sí”. Para esta edad el cerebro ya tiene la capacidad de tener almacenadas más de 50 palabras y hasta hacer frases de 6 palabras. Este niño solo decía dos. Después son los niños que pasados un par de años les empiezan a poner diagnósticos de Trastornos Mentales, sintiendo mucho de estos padres que el niño “trajo algo en la genética” y no es igual a todos los demás niños cuando en realidad lo que fueron permitiendo y sosteniendo, hábitos y costumbres, modos y formas, después de salir del útero materno es lo que originó y desencadenó la falta de maduración en varias áreas del cerebro.

 

Almuerzo II.

Invité a un grupo de amigas a mi casa, niños bienvenidos. Seis de mis amigas vinieron con sus niños de entre 6 y 9 años. Cinco de ellos tenían sus I Pads y Tablets con ellos. Al rato estaban todos en dos sillones sentados, sin interactuar, ensimismados con sí mismos, enfrascados en sus dispositivos. Nadie interactuaba con nadie. Nadie hablaba con nadie. ¿Jugar? ¿Qué es eso? ¿Correr? ¿Salir al jardín? Había un jardín grande y juegos y plazas a pasos de mi casa para ir a disfrutar. No, nada de eso. Otra mamá en cambio no quiso traer su Tablet y sacó una bolsa con hojas blancas, crayones y fibras para dibujar. Incentivó a todos a dejar sus aparatos y a tirarse al piso a pintar con su hija. Recién ahí fue cuando sentimos infancia en el ambiente: risas, charlas, movimiento, creatividad, amistad, vida.

 

Padre preocupado. Un papá de dos hijos adolescentes me dice: “El juego “League of Legends”, genera tiempos de juego de 40 o 50 minutos, que son lo que duran las batallas. Lo que veo es que mis hijos pasan horas enfrascados en su juego y es imposible sacarlos de ahí, que corten y que vayan a la mesa o sacarlos a hacer alguna actividad al aire libre. Por lo general estar en red los hace dependientes del grupo de juego haciéndolos más adictivos. Son foros que se encuentran a hablar del tema. Otro vicio es el juego de Play que se llama “Grand Theft Auto”, que es un juego de un personaje que va por la ciudad matando gente por dinero, o atropellando con los vehículos... en lo personal uno de los que más genera agresión por lo que vi. Mientras juegan escuchas a tus hijos decir cosas como “hay que matar a estos negros” o cosas por el estilo. Tristísimo. Genera discriminación, agresión, embotamiento. Además del hecho que junten recompensa por atropellar gente o robar autos, y cometer acciones delictivas con armas los impulsa aún más a la necesidad de agredir al otro. Me parece atroz. Creo que es un pésimo juego para chicos que debería estar prohibido. Y por último otra adicción por PC son los foros de interés. Hay algunos que quizás pueden ser positivos pero hay otros que los chicos interactúan con gente de otros países con vivencias distintas y de alguna manera terminan copiando actitudes que no son las promovidas acá. El drama se viene cuando intentas ponerle una pauta: la rechazan o la cuestionan. Hace que ellos manejen sus tiempos y es una batalla campal a la hora de la comida o de ir a dormir”.

 

 

Son tiempos nuevos y no tan buenos
Tal vez estemos frente al proceso de extinción de la mirada. De la mirada que nos formatea, la que nos devuelve la imagen que crea la conformación de nuestra identidad. La que nos valida, nos registra, nos envuelve de ternura, nos dice que existimos y somos importantes para alguien. La extinción de la comunicación en la familia. Tal vez estemos frente la invisibilidad que les será común sentir...
Pasará que se dará el asolamiento y desfragmentación en el hombre y en las sociedades que este intente construir.

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Nos estamos desconectando pavorosamente de nuestros hijos.

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Síndrome de Asperger.
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Un niño que atendí hace un par de años diagnosticado con Síndrome de Asperger entraba al consultorio y pedía incesantemente “Tele, Tele”. Casi como un adicto buscando droga en la casa, él iba y venía tratando de buscar algo parecido a una pantalla. Se enojaba muchísimo cuando le decía que no tenía. La madre me confirmó que el niño se crió noche y día con la tele prendida y las pantallas de celulares y Tablets. ¿Asperger o Teleger?

 

Cerebros adicto a los 4 años. Me consulta una madre hace pocos meses por sus hijos de 7 y 4 años. La madre me cuenta que la niña de 4 se aburre en el Jardín y no quiere ir, que no le interesa tampoco ir a los cumpleaños ni se queda interesada mirando ninguna animación infantil. Cuando hablo con el hermano me cuenta cosas como “No me gusta jugar, me gusta la tecnología” y cuando le pregunté a ella porqué no le gusta ir a los cumpleaños y quedarse disfrutando todas las cosas lindas que hay en los cumpleaños me respondió “Me aburren, me gustaría que haya I Pad”. Cada uno de los niños tiene su propio I Pad en la casa y comen siempre mirando sus pantallas que tienen una cada uno. Agrega luego esta niña hermosa de 4 años: “En casa no me aburro, es divertido. Hay muchos juguetes. “¿A qué te gusta jugar por ejemplo?, le pregunto” y responde: “Sólo al I Pad o quiero ver la tele. Yo siempre quiero usar el I Pad pero a veces mi mamá me lo saca y yo grito y lloro”.

La niña refiere que se aburre también en el Jardín de Infantes y que no le gusta ir al colegio. Cuando le pregunto sobre este tema me dice: “Es re aburrido el cole. No me dejan hacer cosas que quiero. Me gustaría mirar el I Pad. Me gustaría estar en mi casa mejor. Quiero I Pad.“¿Cómo es tu familia, está bueno ser parte de tu familia?”, le pregunto. Y responde: “Si, me gusta que me den el I Pad. A veces se queda sin batería y me enojo” Cuando le pregunto a su hermano de 7 años si se siente amado por su mamá me responde “Más o menos. Porque no juega tanto conmigo, a veces juega pero tanto, no”. “¿Y por tu papá te sentís amado?, le pregunto y responde: “Lo mismo, porque no juega tanto conmigo”.

Pocas veces me quedé en estado boquiabierta como esta vez. Parecía una broma la charla. Pero era así. Era lo que escuchaba. Esta niña de apenas 4 años era adicta a las pantallas. Estar lejos de ella no le permitía disfrutar nada. Sólo deseaba volver a estar frente a una pantalla. Igual que mi paciente adicta a la marihuana que me dice que no ve la hora de salir del trabajo para ir a fumar. Que no disfruta salir ni socializar el fin de semana. Solo quedarse encerrada en la casa, drogada.

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Que NO hacen es también el problema

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Es simple. El peligro de estos dispositivos está vinculado con dos variables: qué miran cuando miran y qué dejan de hacer cuando tienen una pantalla frente a ellos. 
Mientras que están frente a un televisor, o una computadora o una Tablet no juegan, no corren, no trepan árboles, no hacen limonada y galletas para vender, no hacen pulseritas de mostacillas, no ingenian edificios, barcos, torres con un mazo de cartas, con bloques, o con piezas de Lego o de algún tipo de Meccano, no andan en bici, no juegan a la rayuela, no juegan a la mancha, no buscan bichitos en el jardín, no están al sol y al aire libre, no pisan el pasto descalzos, no hacen goles, no se acuestan en el pasto y buscan formas raras de nubes en el cielo, no saltan a la soga, no dibujan, no se manchan las manos con témperas y acuarelas y diseñan obras de arte en papeles, no recortan, no pegan, no escriben, no leen, no tocan instrumentos de música, no hablan, no se interconectan, no inventan, no cuentan lo que les pasó en el día, no preguntan, no miran a los ojos y escuchan al otro, no se enchastran con barro, no saltan ni chapotean en charcos, no se ensucian, no juegan con sus hermanos, no invitan amigos, no cocinan, no acomodan su ropa ni ponen la mesa, no cantan, no bailan, no actúan, no juegan a “Dígalo con mímica”, ni a disfrazarse y hacer que son princesas y reyes o chefs o doctores. ¡NO juegan! Y si hacen todo esto, lo están haciendo en mucha menor medida de lo que se recomienda. No se mueven. Hay pasividad. Hay sedentarismo. Causa primera de obesidad. 
No desarrollan el juego simbólico, cimiento para la estructuración del aprendizaje, la imaginación, el pensamiento, el lenguaje, la creatividad y el psiquismo. El juego simbólico es agarrar una sartén y tres piedras y hacer que son huevos fritos, es hacer que el papel sea avión y el mantel una capa de Superman. No hacen deportes. O hacen poco. O sin mucha garra y pasión. 
Rodrigo tiene 13 años. Estaba adicto a los videojuegos. Les recomendé a los padres y a él que buscaran un deporte para que comenzara en un club los fines de semana.

Se anotó en rugby. A fin de año le entregaron el Cap. El premio que reconoce el compañerismo, la asistencia, el empuje, las ganas de aprender, el esfuerzo, el entusiasmo, la perseverancia.

Nada de esto hubiera  acontecido si seguía aislado y enchufada su mirada a una pantalla. Se iba a perder  de vivir una extraordinaria experiencia que reconforta el alma: recibir un premio por los valores humanos, sus habilidades físicas, su autodisciplina, su responsabilidad.

Lo que no desarrollan tampoco quedándose en casa conectados es la psicomotricidad, ni la fina ni la gruesa, ni queman calorías, ni absorben vitamina D del sol, no despliegan habilidades sociales: estar, escuchar, comunicarse, compartir, esperar el turno, jugar y ganar, jugar y perder, volver a jugar y volver a perder. Frustrarse. Todo lo que los hace crecer y desarrollarse como persona.

 

 

Son más inteligentes?

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Vamos a tener que empezar a decidir si queremos hijos “inteligentes” que jueguen ajedrez a los 5 años o hijos que afectivamente y socialmente estén diestros. 


Lo que se demostró es que esa genialidad que nos parece que son usando estos dispositivos no generó cambios significativos: los niños siguen empezando a escribir a la misma edad de siempre, siguen adquiriendo las primeras palabras a la misma edad de siempre (o más tarde!), siguen dibujando el monigote a la misma edad de siempre con el mismo trazo y la misma capacidad madurativa que lo hacíamos nosotros hace 40 años. Hoy día, no se ven más “Picassos” o “Einsteins” en las aulas. En absoluto.

Las habilidades sociales, físicas e interpersonales se ven afectadas y empobrecidas con el uso excesivo de cualquier tipo de tecnología con pantalla.


Entre la pasividad que produce la televisión y la computadora, Don Tapscott, autor de “Creciendo Digital: La crianza de la Generación Net” comenta: “La actividad cognitiva involucrada en el tiempo dedicado a estar online es muy diferente a la pasividad de la televisión. En vez de ser observadores y receptores de lo que escuchan, los niños en la web se convierten en actores, iniciadores, buscadores, aprendices, debatidores”.

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En la actualidad, una gran parte del tiempo que los niños pasan en las computadoras "los está haciendo mucho más tontos que inteligentes", dice Healy, autora de “Mentes en peligro: ¿Por qué los niños no piensan - y qué podemos hacer al respecto? Su investigación ha identificado varias áreas claves en las que un enfoque equivocado puede tener resultados negativos. "Si el software equivocado se usa demasiado, puede reducir la creatividad y la imaginación de un niño ", agrega.


"También puede reducir la capacidad de atención de un niño. El niño está prestando atención, no porque él está gestionando algo en su propio cerebro, sino debido a que está siendo manejando por el software. Cuando se desconecta del dispositivo y trata de resolver un problema de matemática, va a tener que saber cómo hacerlo él mismo, sin que alguien lo seduzca o lo incentive como lo hace el software. Estamos encontrando que los niños están teniendo un montón de problemas con eso”. 


Haugland cree que el mejor momento para empezar a exponer a los niños al uso de la computadora se encuentra entre las edades de 3 y 6. "Por debajo de los 3 años, los niños no tienen las habilidades motoras finas o de planificación para operar el software de desarrollo”. Otros expertos están de acuerdo. " Normalmente los niños en desarrollo están mejor sin las computadoras antes de los 7 años”, dice Jane Healy. "En cuarto o quinto grado es un momento ideal para introducir esta tecnología. 


Nos han vendido el cuento sobre las computadoras que “cuanto antes mejor!" - Y esto no es cierto”.

 

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Volver al Juego y ser ejemplo
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Volver a tirarse al piso a jugar con ellos. A armarles juegos. No dejar sólo para las vacaciones ideas extraordinarias que estimulan y enriquecen a nuestros hijos en alma y cuerpo: ir a pescar; jugar a la paleta; andar en bici; jugar a algún juego de mesa; hacer picnics a la luz del día o de las estrellas, en el jardín de casa, o sobre el piso de madera del living o en el plaza o en el parque de tu barrio; estar en contacto con la naturaleza y con animales, armar o comprar y ver trepar por el cielo un barrilete, o tantas otras alternativas. Que los fines de semana estemos lejos de los dispositivos toda la familia. Seamos creativos y armemos programas divertidos.


Seamos ejemplos. Es fabuloso para nosotros los adultos tener la oficina, las redes sociales, la cámara de fotos, la video grabadora, la calculadora, el reloj y la agenda y tantas otras herramientas en un solo dispositivo. Pero nos lleva a estar conectados y con las narices dentro de las pantallas todo el tiempo: editando una foto, chequeando los mails, en Instagram o Facebook, mirando el pronóstico del clima.
“La palabra mueve, pero el ejemplo, arrastra”, leí alguna vez.

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“Mi mamá me dejó de leer cuentos cuando se compró la Tablet”, me dijo una niña en mi consultorio hace un tiempo. El cambio también empieza por nosotros.


Empecemos a deconstruir el hábito nosotros primero.

 

 

Lic. Maria Valeria Couture De Troismonts

Proyecto De Zero

Directora

www.proyectodezero.com

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